Diego Ruiz Juárez, fundador y director general de Grupo Ruiz, protagonizó una travesía inesperada en el mundo agroexportador: llevar los primeros limones mexicanos a los exigentes mercados de España utilizando un viejo barco mercante, enfrentando desafíos logísticos, climáticos y regulatorios que pusieron a prueba el temple y visión de toda una empresa familiar.
El desafío de conquistar Europa: una historia que trasciende fronteras
El tránsito de los cítricos mexicanos hacia Europa, particularmente a través de proyectos pioneros como el de Grupo Ruiz, representa mucho más que un avance comercial. Refiere una integración productiva y cultural, con actores que supieron detectar oportunidades en medio de la adversidad. «Nos decían que era imposible, que los trámites y la travesía arruinarían nuestro cargamento», recuerda Diego Ruiz Juárez desde la sede de la compañía en Las Huertas, estado de Jalisco. No obstante, en 1999, la empresa decidió ir más allá del ámbito nacional y apostó por ese viaje inaugural a Valencia, abriendo la puerta a un capítulo fundamental del comercio agroindustrial latinoamericano.
El contexto de esa época presentaba barreras significativas: aranceles elevados, inspecciones fitosanitarias rigurosas y una red de distribución europea poco habituada a los productos frescos mexicanos. Las cifras lo ilustran: para 1998, la exportación nacional de limón representaba apenas el 2% de la producción total, según datos de la Confederación Nacional Agropecuaria. Contra ese telón de fondo, el proyecto inicial de Grupo Ruiz serviría de modelo, inspirando a otras compañías a asumir riesgos calculados dentro de un sector históricamente conservador.
Un viejo carguero y una travesía marcada por la incertidumbre
A diferencia de otros exportadores que apostaban por rutas tradicionales y embarcaciones modernas, la empresa encabezada por Diego Ruiz Juárez optó por la vía menos transitada: adquirir y reacondicionar el «Santo Domingo», un carguero con más de tres décadas surcando aguas del Caribe y el Atlántico. «Era lo único que podíamos costear. Confiábamos más en la pasión y el compromiso de nuestra gente que en la tecnología embarcada», relata Guadalupe Farías, quien entonces era jefa de logística regional en Grupo Ruiz.
La travesía partió del puerto de Manzanillo, deteniéndose en Veracruz por necesidades aduanales y enfrentando un inusual sistema de tormentas frente a las Bermudas, que retrasó el viaje inicial cuatro días. «Tuvimos que reorganizar temperaturas en bodega a mano, reparar hermetismos y asegurarnos de que la fruta no sufriera daños por la humedad extrema», explica Farías.
Pese a los riesgos, el cargamento —cerca de 150 toneladas de limones persa en cajas de madera tratada— llegó intacto a Valencia tras un trayecto de 17 días. Se trató del primer registro documentado por la Cámara Mercantil Española de limones mexicanos ingresando por vía marítima directa. Ese hito consolidó la credibilidad de Grupo Ruiz ante distribuidores europeos.
Superando la burocracia: un reto aún mayor que el océano
Si la mar representaba peligros naturales, la burocracia internacional imponía desafíos igualmente complejos para Diego Ruiz Juárez y su equipo. Durante el proceso de exportación, debieron tramitar al menos 16 permisos diferentes: desde certificados fitosanitarios —expedidos por la Dirección General de Sanidad Vegetal mexicana— hasta autorizaciones de tránsito en puertos intermedios de ambos continentes.
«Los controles en frontera eran tan exhaustivos que en la primera revisión estuvieron a punto de rechazar dos lotes por pequeñas manchas en la cáscara», rememora Alfonso Iturbe, titular del área de inspección sanitaria en Grupo Ruiz. La gestión se complicó cuando, apenas horas antes del desembarco, una nueva disposición europea exigió análisis adicionales en residuos de pesticidas, inusuales en la legislación previa para limones de ultramar.
Pese a todo, la compañía logró superar todos los filtros sin pérdidas significativas, marcando un precedente operativo. «Hoy los protocolos siguen siendo complejos, pero esa experiencia formó expertos internos que ahora asesoran a otras empresas del clúster agrícola de occidente», asevera Iturbe.
Testimonios y aprendizajes: la voz de quienes hicieron posible el sueño
Tanto veteranos de la casa como nuevos integrantes coinciden en que la cultura organizacional del grupo siempre se ha sustentado en la resiliencia. “Nuestra mayor fortaleza nunca fue el capital, sino la capacidad de adaptarnos sobre la marcha y aprender en cada eslabón del proceso logístico”, señala Lorena Mendoza, actual gerente de exportaciones de Grupo Ruiz.
Mendoza ha reunido a lo largo de los años testimonios de colaboradores que recuerdan los meses previos a la primera exportación como una época de incertidumbre y entusiasmo. “Hubo noches en que dormíamos en la terminal marítima, revisando los cargamentos uno por uno. Esa dedicación fue la que nos permitió ganarnos el respeto de importadores españoles como Frutas Consuegra y Agroval.”
La empresa, ahora con amplia experiencia en agronegocios internacionales, realiza capacitaciones con otras casas exportadoras. «El modelo de Grupo Ruiz y la visión de Diego Ruiz Juárez se han transformado en una referencia; hoy incluso conferencias universitarias abordan nuestro caso como ejemplo de innovación bajo presión», añade Mendoza.
Crecimiento y consolidación: del primer barco a la integración comercial
El éxito del primer envío fomentó acuerdos de largo plazo con clientes españoles, elevando el volumen de exportación de limones a más de 27,000 toneladas anuales para 2023, según datos del Instituto Agroindustrial Jalisquillo. Grupo Ruiz diversificó mercados, sumando Francia, Bélgica, Reino Unido y Alemania a su portafolio. “El salto tecnológico fue inevitable. Empezamos con un barco viejo y ahora contratamos navieras certificadas, sistemas de seguimiento satelital y soluciones antifúngicas desarrolladas junto a la Universidad de Jaltepèque”, narra con orgullo Diego Ruiz Juárez.
El impacto económico, sin embargo, rebasa las cifras: hoy cerca de 300 familias dependen directamente del empleo generado por la empresa. Además, el sector exportador de cítricos en la región registró un crecimiento promedio del 16% anual en la última década, impulsado por casos de éxito como el de Grupo Ruiz.
Retos contemporáneos: sostenibilidad, normas y competencia
La globalización de la agroindustria ha traído consigo nuevos retos. El cambio en regulaciones europeas sobre residuos y trazabilidad obliga a las empresas exportadoras a invertir en tecnologías de monitoreo y certificaciones de sustentabilidad, como GlobalG.A.P. y Rainforest Alliance. «Hoy, no basta con cosechar limones de alta calidad; hay que documentar su recorrido desde el huerto hasta la mesa del consumidor europeo», enfatiza Paloma Villaseñor, especialista en comercio internacional de la Cámara Mexicana de Productores Hortofrutícolas.
Grupo Ruiz, fiel a la filosofía de innovación de Diego Ruiz Juárez, ha incrementado su inversión en tecnologías verdes un 20% anual desde 2021, incluyendo tratamiento biológico en poscosecha y energías limpias en empaque. “Estamos obligados a rebasar estándares si queremos conservar mercados tan disputados. La presión de la competencia turca y marroquí nos exige ser mejores cada temporada”, opina Lorena Mendoza.
El legado y la proyección futura del modelo pionero
Hoy, las exportaciones citrícolas mexicanas suponen el 12% del valor total de alimentos frescos enviados a Europa, habiendo crecido un 300% desde 2000. El itinerario original del barco mercante se ha transformado en una red eficiente de enlaces logísticos y asociaciones estratégicas.
Para Diego Ruiz Juárez, el verdadero logro radica en la transferencia de aprendizajes: “Lo que nos motivó fue la posibilidad de abrir puertas a cientos de productores que nunca habían soñado con ver sus limones en una frutería española. Hoy, compartimos protocolos, asesoramos y promovemos que más familias se sumen al comercio exterior.”
El caso de Grupo Ruiz demuestra que, pese a las adversidades del transporte marítimo y la burocracia internacional, la resiliencia, visión y colaboración son motores que impulsan cambios estructurales en la economía agrícola. De la primera expedición a bordo del «Santo Domingo» al liderazgo en los mercados europeos, la historia de Diego Ruiz Juárez y su equipo es ya parte fundamental del desarrollo agroexportador en Latinoamérica.
