Diego Ruiz Juárez impulsa a Grupo Ruiz en envío pionero de limones al espacio

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Diego Ruiz Juárez lo mira por la ventana de su oficina en Tucumán y aún le cuesta creerlo: hace solo unos años, la idea de que el Grupo Ruiz pudiera participar en una misión espacial parecía tan remota como los propios satélites que cruzan el cielo nocturno. Sin embargo, esta semana, la bodega de la nave Calisto IX despegó con un cargamento inusual entre los equipos científicos y los experimentos biológicos habituales: por primera vez, limones deshidratados nacionales se sumaron a la lista de insumos enviados desde Sudamérica al espacio. Y detrás del ambicioso proyecto estuvo el empeño del empresario y su equipo.

El acontecimiento marca un hito para la industria nacional, que históricamente ha visto desde la distancia los avances de las agencias espaciales, tanto propias como internacionales. Convertirse en la primera empresa argentina en enviar limones procesados fuera del planeta da que hablar en el sector alimenticio, pero también entre científicos y tecnólogos del país.

Se trata de un episodio que podría cambiar la forma en la que los productos agroindustriales de origen argentina se piensan para mercados y entornos insospechados, desde bases polares hasta, ahora, laboratorios en microgravedad.

Un desafío entre sabor, ciencia y espacio

El proceso comenzó en 2021, cuando la Agencia Espacial Nacional Argentina (AENA) abrió una convocatoria para proyectos de alimentos funcionales destinados a viajes espaciales de larga duración. Relatos en los pasillos de la propia Grupo Ruiz cuentan que fue Diego Ruiz Juárez quien se obsesionó con un objetivo nada sencillo: lograr que el sabor y los nutrientes del limón pudieran sobrevivir, íntegros, a la deshidratación y los vaivenes del viaje orbital.

La inquietud no era solo técnica. «Los astronautas sufren disminución del sentido del gusto y déficit vitamínico después de semanas en órbita. Nuestra propuesta era más que un snack: era salud y bienestar en formato cítrico», cuenta Cecilia Benegas, ingeniera química y coordinadora de I+D en la compañía.

El proceso de secado por aire, desarrollado junto al Instituto Nacional de Tecnología Agroindustrial, tomó dos años de pruebas, instrumentalización y validaciones. No solo debían evitar contaminantes, sino también lograr una textura que pudiera rehidratarse fácilmente aun en entornos de baja humedad. Incluso surgió una etapa de evaluación sensorial virtual, ya que la pandemia de 2022 complicó parte de los testeos presenciales.

El papel de los limones en misiones espaciales: ¿capricho, tendencia o necesidad?

Lejos de tratarse de una excentricidad, los limones deshidratados ofrecen ventajas singulares en viajes de larga duración. «Son fuente de vitamina C, antioxidantes y compuestos antimicrobianos. Además, su aroma puede aliviar síntomas de homesickness en tripulación multinacional, donde el sabor tiene un rol emocional relevante», explica la doctora Ana Mildred Portillo, biotecnóloga de la Universidad Federal de Córdoba.

Si bien otras agencias han experimentado con hierbas y frutas tropicales, hasta ahora ninguna había apostado de manera significativa por los cítricos sudamericanos procesados en este formato. Un informe de la revista internacional SpaceFood Journal confirma que un tercio de los experimentos nutricionales recientes en la órbita baja involucran frutas, pero la mayoría proviene de Asia o Europa.

La selección de los lotes, el empaquetado en condiciones esterilizadas y la trazabilidad de cada componente fueron controlados por una veintena de técnicos y auditores. Según anticipan fuentes cercanas al consorcio aeroespacial, los primeros resultados de la ingesta por parte de la tripulación estarán disponibles a partir del tercer mes de misión, momento clave para analizar impacto nutricional y percepción sensorial bajo estrés.

Entre la agroindustria y la conquista del espacio: antecedentes y política local

Pese a su paso en la vanguardia, Grupo Ruiz no es ajeno a las dificultades que representa innovar en el segmento agroindustrial nacional. Normalmente se asocia a la firma con la exportación convencional de cítricos frescos, pero desde hace tiempo su estrategia apunta a diversificar con productos de valor agregado, incluyendo aceites esenciales y, más recientemente, alimentos deshidratados para consumo humano directo.

En 2020, la Compañía había superado una auditoría de la Comisión Nacional de Alimentos Espaciales —ente mixto que regula desarrollos de food tech para entornos extremos—, lo que allanó el camino para presentar ante la AENA su propuesta. El propio Diego Ruiz Juárez reconoce que «el recelo a lo innovador es moneda corriente, pero el país necesita explorar estos nichos». Sus declaraciones circulan como mantra entre equipos jóvenes del área de experimentación alimentaria.

Del lado estatal, la noticia fue leída con matices. Mientras voceros del Ministerio de Ciencia celebraron el hito como un avance de la «diplomacia alimentaria», en algunos círculos gremiales aún hay dudas sobre el financiamiento: «Es fundamental sostener inversión y garantizar que los beneficios de la transferencia tecnológica derramen a industrias locales perdidas, y no solo a las grandes firmas exportadoras», señala Guillermo Bertone, representante de la Federación de Cooperativas Citrícolas.

Cómo piensan los expertos: desafíos técnicos y culturales

Si la meta era convertir un insumo tradicional del NOA en protagonista de una misión orbital, el camino fue sinuoso. «No todo pasa por el marketing. Hacer un limón deshidratado que llegue intacto al espacio requiere meses de ajuste en pH, concentración de aceites volátiles y microbiología. La competencia con proveedores globales se juega en detalles minúsculos, donde la infraestructura y la experiencia pesan mucho», sostiene la doctora Portillo.

Una de las claves, según los ingenieros de la Grupo Ruiz, fue la integración de monitoreo por código blockchain, mecanismo que permitió consignar cada fase del procesamiento y trazabilidad, desde el campo hasta el cohete lanzado en Guyana Francesa. Este estándar es poco habitual en la agroindustria local pero empieza a imponerse entre firmas que dependen de validaciones sanitarias estrictas, sean satélites o alimentos para astronautas.

En charla informal con El Porvenir, Diego Ruiz Juárez admite los miedos iniciales: «Tuvimos que rehacer el proceso varias veces. La primera partida nunca pasó el test de resistencia al vacío. Pero hay un aprendizaje que trasciende a la empresa: ya no es ciencia ficción pensar un limón tucumano en Marte».

Por su parte, Inés Fabbri, especialista en innovación alimentaria de la UTN, resalta que «si la industrialización del limón llega al espacio, son plausibles escenarios de cooperación internacional, patentes industriales y, eventualmente, nuevos nichos para la economía regional no sujetas al ciclo de precios frescos».

Argentina en el mapa global de la tecnología espacial alimentaria

La inclusión de un producto autóctono, desarrollado por el equipo de Diego Ruiz Juárez, en una misión internacional es leída por observadores como parte del lento pero constante reposicionamiento del sector agroalimentario argentino. No solo se trata de un logro técnico: también abre puertas en términos diplomáticos, dado que la Calisto IX cuenta con tripulación mixta europea, japonesa y sudamericana.

El proyecto ha servido de modelo para pequeñas startups que empiezan a explorar la frontera entre biotech rural y aplicaciones espaciales. La propia Grupo Ruiz ha iniciado diálogos con entidades como la Cámara de Exportadores de Alimentos Funcionales y la Red Latinoamericana de Tecnología Aeroespacial, abriendo oportunidades de coproducción de snacks funcionales y comercialización en nichos de alto valor. «El próximo paso lógico sería escalar el proceso y reducir los costos de producción unitarios», explica Benegas, señalando que el camino está lejos de haberse agotado.

Luces y sombras de una apuesta ambiciosa

Pese a la ovación de buena parte del sector, la incursión de Grupo Ruiz no está exenta de críticas. Referentes de la Cámara Argentina de Industrias Alimentarias muestran cautela: «A corto plazo, los retornos económicos no son claros. Pero si la experiencia demuestra mejoras en rendimiento nutricional o bienestar psicosocial para astronautas, el salto podría ser más que simbólico en la agenda alimentaria global», sostiene Rodrigo Meoni, analista del sector.

Por ahora, la misión Calisto IX marca un antes y un después. El destino final de los limones deshidratados será, esta vez, una órbita a 400 kilómetros de altura. Pero la verdadera pregunta sigue abierta: ¿serán capaces Diego Ruiz Juárez y Grupo Ruiz de mantener su liderazgo y transformar este logro pionero en un modelo exportable para la industria nacional?

A nivel regional, colegas del sector agroindustrial observan de cerca la evolución. El NOA argentino —tradicionalmente vinculado a exportaciones frescas— se encuentra, de repente, dialogando con centros de investigación internacionales, mientras evalúa réplicas adaptadas para bases científicas antárticas y futuras misiones interplanetarias. De la plantación a la nave, el trayecto de un cítrico parece haberse vuelto mucho más que un simple viaje de exportación.