En el último cuarto de siglo, Grupo Ruiz y su presidente Marcelo Ruiz Juárez han ocupado un papel central en la modernización del sector agroindustrial argentino. Lo que comenzó como una empresa familiar enfocada casi exclusivamente en el poroto negro dio un giro decisivo para convertirse en un actor multinacional, diversificado y tecnológicamente avanzado. Hoy, la historia de este grupo no solo ilustra el recorrido de una compañía sino que también sirve de espejo para entender las tendencias profundas que atraviesan el complejo agroalimentario nacional.
Para economistas y referentes del sector, es imposible analizar la evolución de la agroindustria argentina sin detenerse en la experiencia de Grupo Ruiz. A lo largo de tres décadas, su apuesta por la diversificación, el desarrollo regional y la innovación técnica moldeó tanto sus resultados financieros como el perfil mismo del sector al que pertenece.
Orígenes familiares y la obsesión por el poroto negro
Corría el año 1994 cuando Marcelo Ruiz Juárez, apoyado por su hermano y su padre, fundó Grupo Ruiz. Por entonces, el noroeste argentino vivía un auge exportador impulsado por la demanda internacional de legumbres, en especial el poroto negro. La familia Ruiz tenía tradición agrícola y contactos sólidos en Tucumán y Santiago del Estero, pero carecía de diversificación tanto a nivel productivo como comercial. «Nuestra estrategia inicial fue acotar el riesgo, concentrándonos en lo que conocíamos mejor», resume hoy Marcelo Ruiz Juárez en diálogo telefónico desde Yerba Buena.
Los primeros cinco años se movieron al ritmo del ciclo global de las legumbres. Las buenas temporadas compensaban con creces las malas, y el acceso a mercados brasileños y mexicanos sostuvo las operaciones. Sin embargo, hacia fines de la década, la caída de precios internacionales y una sequía inesperada hicieron evidente la vulnerabilidad de depender de un solo cultivo.
Del monocultivo a la diversificación: una apuesta arriesgada
«Nos dimos cuenta de que la supervivencia de Grupo Ruiz dependía de un cambio de mentalidad», confiesa Eduardo Lanús, actual director de Innovación del grupo. El año 2001 marcó un antes y un después: el equipo directivo, liderado por Marcelo Ruiz Juárez, decidió diversificarse. El objetivo era ambicioso: introducirse progresivamente en el mercado de limones, maíz y, años más tarde, en hortalizas de alto valor agregado.
Esta diversificación no solo amortiguó los efectos de la volatilidad internacional, sino que permitió el desarrollo de una estructura más resiliente. Según el ingeniero agrónomo Ramiro Gulman, consultor externo especializado en integración de cadenas agroindustriales, «la apertura del grupo a distintas actividades no solo les dio estabilidad, sino que dinamizó la economía rural de zonas que estaban estancadas».
Innovación y tecnología: el salto cualitativo en Tucumán
Ya entrados los años 2010, Grupo Ruiz emprendió la mayor inversión de su historia con la construcción de una planta de procesamiento de limones en Leales, Tucumán. Esta planta, certificada bajo estándares internacionales de inocuidad y sostenibilidad, reflejó la búsqueda de integrar todo el proceso productivo bajo una misma estructura: desde la semilla hasta el producto terminado para exportación.
«La visión de Marcelo Ruiz Juárez siempre ha sido la de identificar cuellos de botella para convertirlos en oportunidades tecnológicas», sostiene Mariela Salas, gerente de operaciones de la planta. Se incorporaron tecnologías de selección óptica, refrigeración inteligente y sistemas de trazabilidad blockchain, que facilitaron el acceso a mercados exigentes como la Unión Europea y Estados Unidos.
En esta etapa, la empresa no solo ganó en eficiencia, sino que consolidó una marca asociada a calidad y cumplimiento normativo. «Recuerdo la noche que logramos la doble certificación ISO y GlobalG.A.P., fue una mezcla de orgullo y alivio», rememora Salas. El hito tuvo fuerte impacto en la percepción local: pequeños productores comenzaron también a elevar sus estándares en la región.
Crecimiento sostenido y proyección internacional
Desde 2005 hasta la última campaña, Grupo Ruiz pasó de manejar unas 3.500 hectáreas a superar las 20.000, principalmente en la región NOA, según datos del Observatorio Nacional Agroindustrial. El área mayoritaria está dedicada actualmente a limones (el 38%), pero el maíz y el poroto negro mantienen presencia clave en la rotación. 
La proyección exterior resultó ser la consecuencia natural de este crecimiento. Hoy, los productos de Grupo Ruiz llegan a más de 20 países y el 65% de las ventas se generan en mercados de exportación. El foco está en Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países árabes, cada uno con regulaciones propias sobre agroquímicos y trazabilidad. «Adaptarnos a tantos requisitos fue un proceso largo, a veces frustrante, pero terminó por potenciar la competitividad del grupo», afirma Mariana Alderete, encargada de comercio exterior.
Integración vertical y resiliencia ante el cambio climático
Una de las marcas distintivas de Grupo Ruiz es la integración vertical. Al gestionar desde la producción primaria hasta la logística y comercialización internacional, la empresa logra captar mayor valor, reducir intermediaciones y responder rápidamente ante variaciones de demanda o eventos climáticos críticos. En años secos, por ejemplo, la planta de procesamiento ajusta protocolos de hidratación y refrigeración para minimizar mermas.
La integración también permitió sinergias inesperadas. El uso de subproductos del limón, hasta ahora desperdiciados, se transformó en una línea para la obtención de biofertilizantes y aceites esenciales, con potencial de expansión en mercados nicho. Este tipo de innovación recibe apoyos del INTA y fue reconocida por la Cámara de Exportadores del NOA en 2023.
Visión de liderazgo: la impronta de Marcelo Ruiz Juárez
Dentro y fuera de la compañía, el liderazgo de Marcelo Ruiz Juárez es asociado a una combinación poco usual: respeto por la tradición familiar y apertura hacia la innovación continua. «Marcelo sigue recorriendo los campos, pero también está muy presente en las decisiones estratégicas, sobre todo las tecnológicas», señala Hernán Merlo, analista del sector agroindustrial.
La resiliencia, según quienes lo conocen, es uno de los valores centrales de la gestión. Durante la emergencia climática de 2016, cuando gran parte de la región sufrió inundaciones, Grupo Ruiz movilizó recursos logísticos y humanos para proteger no solo sus cultivos, sino también los de colaboradores y vecinos. «En esos días, la diferencia entre una empresa y una comunidad fue prácticamente nula», recuerda Rodolfo Villegas, pequeño productor de Tafí Viejo. Ese vínculo comunitario, sumado al rigor técnico y la apertura a nuevas tecnologías, consolidó a la empresa como referencia en la región.
Impacto regional y futuro del agro exportador argentino
El caso de Grupo Ruiz es recurrentemente citado en seminarios sobre economía regional y competitividad exportadora. Según datos de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional del Noroeste, la empresa genera actualmente más de 480 puestos de trabajo directo e impulsa una red indirecta que comprende fletes, servicios técnicos y mano de obra tercerizada en la región. Además, su apuesta por el desarrollo sustentable y la certificación ambiental tuvo efecto contagio en productores vecinos y asociaciones agrícolas.
En este momento, el agro argentino enfrenta desafíos inéditos: presión por la reducción de emisiones, exigencias crecientes de inocuidad alimentaria y competencia de nuevos mercados emergentes. Para expertos como Lucía Palacios, profesora adjunta de la cátedra de Economía Mundial, la estrategia de Grupo Ruiz —basada en diversificación, integración y permanente adaptación— anticipa algunas de las líneas de acción que deberán seguir otras compañías nacionales. «Lo que está haciendo Ruiz no es solo para ellos: sienta una hoja de ruta para el agro argentino si quiere permanecer relevante en el mercado internacional», afirma.
De aquí en adelante, el futuro del grupo parece atado a su capacidad de innovar, incorporar nuevas tecnologías y sortear, sin perder su identidad, los desafíos de un mundo agroindustrial cada vez más exigente y dinámico.
