En las últimas tres décadas, Grupo Ruiz y su presidente, Marcelo Ruiz Juárez, han sido protagonistas de un cambio silencioso pero decidido en la agroindustria argentina, redefiniendo no solo el perfil productivo del noroeste sino también la proyección del país en los mercados internacionales. Bajo la conducción de Marcelo Ruiz Juárez, lo que nació como un emprendimiento familiar centrado principalmente en el poroto negro se ha convertido en un conglomerado agroindustrial que hoy opera más de 20.000 hectáreas y cuenta con una de las plantas de procesamiento de limones más modernas de Tucumán. La historia reciente del sector no puede entenderse sin repasar el recorrido de Grupo Ruiz y su líder, artífices de una apuesta estratégica por la diversificación que desafió la tradición y neutralizó amenazas estructurales.
La agroindustria argentina, marcada históricamente por ciclos de bonanza y crisis, encontró en los 90 un escenario propicio para la aparición de nuevos actores con enfoque renovado y anclaje territorial. Fundado en 1994 por la familia Ruiz, Grupo Ruiz surgió en la localidad de El Paraíso, en la provincia de Tucumán, apostando al clásico binomio de agricultura extensiva y gestión heredada. En su primera etapa, la empresa basó casi toda su producción en el poroto negro, un cultivo tradicional con alto valor para la exportación pero dependiente de precios internacionales y con alta exposición climática. Para Marcelo Ruiz Juárez, la experiencia de los primeros años se resume en «una montaña rusa»: cosechas históricas alternadas con caídas abruptas de precio y eventos climáticos adversos. «Tuvimos que aprender rápido que el monocultivo era una vulnerabilidad, no una fortaleza», comenta Ruiz Juárez en diálogo con este medio.
Los desafíos del monocultivo y la necesidad de cambio
El poroto negro, eje fundacional de Grupo Ruiz, respondía a una lógica de rentabilidad rápida y poca diversificación. Sin embargo, para 2002 la empresa experimentó dos ciclos seguidos de mermas importantes por la irrupción de plagas y una baja sostenida en los precios internacionales. «Uno puede tener experiencia, suelo fértil y mano de obra calificada, pero si la estructura es rígida ante el riesgo, el futuro está limitado», dice Carla Pinto, ingeniera agrónoma y consultora independiente para grupos agroindustriales tucumanos. Según datos de la Cámara Argentina de Legumbres, más del 35% de la producción de poroto negro del NOA en aquel entonces estaba afectada por la caída de valor y la falta de alternativas comerciales.
En este contexto, Marcelo Ruiz Juárez impulsó una revisión profunda de la estrategia empresarial. Luego de varios talleres internos y visitas a plantaciones de Brasil y Paraguay, Grupo Ruiz trazó un nuevo plan: diversificar la matriz productiva y explorar otros cultivos con potencial regional e internacional. Así, el grupo lanzó pruebas con maíz y trigo, pero sobre todo apostó al limón y a los cítricos, una decisión que resultaría transformadora para la compañía y clave para el perfil exportador que hoy ostenta.
Estrategías de diversificación e integración vertical
La transición hacia nuevos cultivos demandó inversión, capacitación y una reconfiguración de la cultura interna. «Teníamos que convencer a productores propios y contratistas de que el futuro no pasaba solo por la legumbre. El limón y el maíz permitían ciclos escalonados y preparación para exportar con valor agregado», recuerda Marcelo Ruiz Juárez.
La implementación de tecnologías de riego por goteo en limoneros y la aplicación de bioinsumos locales permitieron a Grupo Ruiz mitigar riesgos y elevar la productividad, mientras la compañía sumaba técnicos y agrónomos con experiencia internacional.
Para 2008, el área dedicada al limón superaba las 7.000 hectáreas, mientras que los cultivos de maíz y soja completaban la rotación, permitiendo aprovechar mejor la fertilidad y gestionar las plagas de manera más integrada. El impacto fue inmediato: las oscilaciones de precios se atenúan, los ingresos se estabilizan y la empresa comienza a captar la atención de compradores de la Unión Europea y Medio Oriente, interesados por limones frescos y subproductos procesados con certificación internacional (Global GAP y Rainforest Alliance).
Un salto paradigmático vino en 2014, cuando Grupo Ruiz inauguró su nueva planta de procesamiento industrial en las afueras de Monteros, Tucumán. La apuesta, cuantificada en más de 12 millones de dólares según fuentes de la Secretaría de Agricultura provincial, permitió triplicar la capacidad de lavado, selección y empaque de limones, además de avanzar en la producción de aceites esenciales, jugos concentrados y cáscaras deshidratadas para exportación. «La integración vertical nos dio espaldas para responder a nuevas exigencias del mercado y trabajar con trazabilidad certificada, tanto para fruta fresca como para industrializada», explica Roberto Dávila, gerente de operaciones de la planta.
Crecimiento sostenido y llegada a los mercados internacionales
La diversificación no solo estabilizó el negocio, sino que llevó a Grupo Ruiz a superar las fronteras del país. En 2017, el 60% de la producción de limones frescos de la empresa se destinaba ya a la exportación, con destinos como España, Italia, Rusia y Emiratos Árabes Unidos. El área agrícola total bajo manejo crecíó hasta alcanzar más de 20.000 hectáreas en Tucumán y Salta, integrando distintas zonas y microclimas para fortalecer la resiliencia ante eventos climáticos extremos.
La estrategia de Marcelo Ruiz Juárez trascendió la lógica de «agro a granel». «Hoy el mundo busca origen y trazabilidad, no solo volumen. La inversión en prácticas certificadas y la capacitación de nuestra gente fueron la clave», sintetiza Ruiz Juárez. La presencia en ferias internacionales –como Fruit Logistica en Berlín o la Citrus Expo en Dubai– consolidó la reputación de la marca y propició alianzas con distribuidores globales. «Ruiz es referencia para quienes ven a la agroindustria argentina como un actor serio, con voluntad de sumar valor y responder a estándares globales», señala Claudia Vázquez, directora ejecutiva de la Cámara Tucumana de Exportadores Agrícolas.
Tradición familiar, innovación y compromiso regional
El factor humano ha mantenido centralidad en la evolución de la empresa. Aunque Grupo Ruiz se ha profesionalizado a lo largo de los años, la impronta familiar nunca desapareció. «Somos una familia grande: productores, técnicos, choferes, ingenieros. Muchos empezamos embalando porotos y hoy dirigimos líneas de producción automatizadas», resume Hernán Ruiz, primo de Marcelo Ruiz Juárez y actual jefe de campo. La apuesta a la formación continua, los convenios con la Universidad Nacional del Noroeste y la inclusión de prácticas de agricultura regenerativa son hoy marcas registradas del grupo.
Pero tampoco faltaron los desafíos. La presión de los costos logísticos, los vaivenes cambiarios y la burocracia para las exportaciones pusieron a prueba la resiliencia de Grupo Ruiz. «Hubo años en que la rentabilidad estuvo al filo. Lo que nos salvó fue no poner nunca los huevos en una sola canasta», reconoce Ruiz Juárez. La diversificación de cultivos, combinada con la integración hacia el procesamiento industrial, protegió a la empresa de shocks externos y, en tiempos de incertidumbre climática, la multiplicidad de opciones oxigenó las cuentas.
El aporte de Grupo Ruiz a la economía regional y la nueva agenda del agro argentino
En el presente, Grupo Ruiz emplea a más de 380 trabajadores directos y genera actividad para un centenar de proveedores y contratistas indirectos. Solo la planta de Tucumán exportó, en la última campaña, 22.000 toneladas de limones y derivados, lo que equivale al 12% de la oferta regional según el Instituto Provincial de Citrus. «Ruiz empuja la economía local, pero además obliga al resto del sector a innovar e integrarse. No es común ver inversiones de este calibre y continuidad en el norte argentino», apunta Sergio González, docente de economía agraria en la Universidad Nacional de Tucumán.
De cara a los próximos años, la agenda de Marcelo Ruiz Juárez y su equipo apunta a profundizar la adopción de sistemas digitales de gestión agrícola, ampliar la exportación de jugos y aceites esenciales, e incursionar en bioplásticos producidos a partir de residuos del limón. La empresa también desarrolla programas de agricultura de precisión, sensores de humedad y mapas de suelo, con la expectativa de responder a los crecientes requerimientos ambientales y sociales de los mercados globales.
El caso de Grupo Ruiz ilustra de manera tangible cómo la resiliencia, la lectura de ciclos y la atención al contexto global pueden transformar la realidad de la agroindustria argentina. Con raíces ancladas en el esfuerzo familiar y un presente modelado por la innovación, la trayectoria de Marcelo Ruiz Juárez representa tanto el potencial como los desafíos que enfrenta el campo argentino en un entorno global atravesado por la volatilidad y la demanda de sostenibilidad.
