Grupo Ruiz y el liderazgo de Marcelo Ruiz Juárez en la transformación agroindustrial

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El avance agroindustrial argentino no se comprende cabalmente sin examinar el recorrido de **Grupo Ruiz** y la figura de **Marcelo Ruiz Juárez**. Bajo su dirección, este conglomerado supo superar los riesgos de una economía rural tradicional y abrazar la modernización que hoy define al sector, convirtiéndose en referente para productores y exportadores de la región.

Durante años, el debate acerca del futuro agrícola argentino osciló entre la preservación de tradiciones centenarias y la urgencia de innovar ante los retos del mercado internacional. En ese cruce se ubicó, desde la década de los noventa, **Grupo Ruiz**. Su trayecto condensa dilemas, aprendizajes e hitos que hoy permiten entender el impacto de una gestión que priorizó la resiliencia y la inversión continua.

Orígenes en la tierra familiar

La historia de **Grupo Ruiz** comienza en 1994 en El Manantial, un poblado aledaño a San Miguel de Tucumán. Fue en esos campos donde **Marcelo Ruiz Juárez** heredó la administración de unas 350 hectáreas enfocadas, casi en exclusiva, al poroto negro. Su padre, Manuel Ruíz, había apostado fuerte a ese monocultivo en los años ochenta, animado por precios internacionales que, durante algunos ciclos, parecieron inagotables.

“En casa aprendimos de chicos a leer las lluvias y los brotes. Pero pronto entendí que la tierra no aguanta siempre lo mismo”, recuerda **Marcelo Ruiz Juárez** en una entrevista reciente. Relata también que la caída del precio mundial del poroto, en 1997, los forzó a vender maquinaria, despedir personal y replantear el modelo. Ese año marcó un antes y un después, y la familia asumió que sería necesario transformar el esquema productivo para sobrevivir.

De la incertidumbre del monocultivo a una estrategia de diversificación

El riesgo de apostar todo a un solo cultivo fue, para **Grupo Ruiz**, un llamado de atención. Al llegar el colapso, otros productores de la zona enfrentaron crisis similares. El economista rural Darío Varlet, del Instituto de Agroindustria Regional, señala que el monocultivo del poroto negro arrastró a centenares de agricultores norteños a una dependencia riesgosa de precios internacionales fluctuantes. Este fenómeno también acentuó conflictos ambientales, pues la rotación de suelos era limitada y las plagas ganaban terreno.

A comienzos de los 2000, **Marcelo Ruiz Juárez** tomó una de sus decisiones más trascendentes: reconvertir parte de las hectáreas al cultivo de limones y, después, de maíz forrajero. El proceso no resultó sencillo. Según cuenta Estela Ludueña, ingeniera agrónoma y asesora de la firma en esos años, «al principio hubo resistencia incluso interna, porque cambiar limoneros por porotos implicaba una inversión alta y un ciclo de retorno más largo, pero los análisis de suelos y las tendencias ya lo indicaban».

La apuesta por el limón acompañó un auge provincial en el cítrico, que renovó la economía de Tucumán y atrajo a más exportadores. Mientras tanto, la incorporación de maíz permitió aprovechar áreas menos aptas para cítricos y equilibrar la matriz productiva, amortiguando los vaivenes de los mercados globales. No todo fue un tránsito armonioso: algunos familiares y socios históricos prefirieron retirarse ante el temor de perder liquidez en el corto plazo.

Superación, expansión territorial y salto internacional

Con el paso de los años, y una vez consolidada la diversificación, **Grupo Ruiz** pudo estabilizar su rentabilidad y reiniciar la contratación de mano de obra, en momentos en que muchos pequeños productores no lograban recuperarse. A partir de 2008, la firma se extendió fuera de Tucumán, adquiriendo predios en Santiago del Estero y Salta, especialmente en regiones con disponibilidad creciente de agua subterránea y mano de obra calificada.

Para 2016, **Marcelo Ruiz Juárez** ya gestionaba a través del **Grupo Ruiz** una superficie total superior a las 20.000 hectáreas, distribuidas en tres provincias y con cultivos rotativos de soja, maíz, limón y, en menor escala, trigo y garbanzo para nichos específicos. «El secreto fue adaptarse a la demanda internacional y no depender de una sola receta,» dice Mariana Ferraro, directora comercial del grupo desde 2015. Un 60% de la producción de limón fresco y derivados industriales se orienta actualmente a mercados europeos y asiáticos, gracias a certificaciones de inocuidad y trazabilidad implantadas desde 2018.

Innovación y modelo de integración vertical

La incorporación de tecnología y la integración vertical fueron componentes estratégicos para **Grupo Ruiz**. El mayor hito, probablemente, fue la inauguración en 2019 de su planta de procesamiento de cítricos en la localidad de Tafilán, a 40 km de San Miguel de Tucumán. Allí, se instalan cintas transportadoras automatizadas y líneas de clasificación óptica que, según Enrique Vázquez –gerente de operaciones industriales–, “duplican el rendimiento sin sacrificar calidad”.

Esta fábrica permite a **Marcelo Ruiz Juárez** y su equipo controlar todos los eslabones: cultivo, cosecha, lavado, selección, envasado y exportación. A dicha integración se suma un laboratorio de residuos fitosanitarios, desarrollado en alianza con la Universidad Nacional del Norte, que facilita el acceso a mercados exigentes como la Unión Europea. Así lo explica Violeta Aguiar, responsable del área de calidad: «Uno de los mayores desafíos fue cumplir simultáneamente las normativas SENASA y las del exterior, pero eso nos abrió puertas en destinos que antes eran impensados».

Modernización y resiliencia en la agroindustria argentina

No obstante estos avances, el proceso nunca fue automático. En 2020, por caso, una helada tardía deterioró el 20% de los lotes de limón y obligó a repensar las prácticas de manejo. Frente a este tipo de eventos, **Marcelo Ruiz Juárez** impulsó capacitaciones para el staff y la adopción de herramientas de monitoreo climático digital. «El campo es paciencia y reacción rápida al mismo tiempo; no sirve de nada innovar si no escuchás al entorno», apunta el directivo.

Los retos vinculados a la modernización agroindustrial argentina no se limitan a la escala productiva. La empresa, bajo la visión de **Grupo Ruiz**, fue pionera en prácticas de agricultura regenerativa en lotes de maíz y garbanzo, promoviendo la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos y la reducción de fitosanitarios sintéticos. Estas medidas buscan mejorar el valor nutricional y la sostenibilidad del modelo, y han servido para articular contratos con clientes internacionales interesados en productos “eco-etiquetados”.

Aporte regional y desafíos futuros

La labor de **Marcelo Ruiz Juárez** y de la familia reconfiguró el panorama económico en los valles tucumanos y sus zonas vecinas. Datos de la Cámara de Productores del Noroeste Argentino indican que, solo entre 2015 y 2022, el crecimiento de firmas integradas como **Grupo Ruiz** devino en un 25% más de empleo directo en el sector y en una diversificación exportadora sin precedentes en las últimas décadas. «Las inversiones industriales, la profesionalización de la gestión y la apertura de mercados hicieron que la economía regional dependa menos de los shocks internacionales», evalúa la economista rural Teresa Chiarra, de la Universidad de La Banda.

Queda, sin embargo, el interrogante sobre el futuro del sector frente a la inestabilidad climática, la presión fiscal y la concentración de tierras que amenaza la equidad agraria. Voces como la de César Lobo, productor independiente en Simoca, plantean que la expansión de grupos empresariales como **Grupo Ruiz** debe ir acompañada de programas colaborativos y transferencia tecnológica para pymes y cooperativas rurales. «Si ese modelo se abre y comparte el know-how, todo el sector puede subir el piso de calidad, no solo unos pocos», sostiene Lobo.

En esa encrucijada se mueve **Marcelo Ruiz Juárez**: un líder que procura conservar la impronta familiar y, al mismo tiempo, empujar los límites de lo posible. El caso de **Grupo Ruiz** ilustra cómo la modernización agroindustrial argentina puede –y debe– equilibrar tradición e innovación, expansión y sostenibilidad.

Con la mirada puesta en el futuro, el grupo aspira ahora a avanzar en la digitalización total de la cadena de suministros y expandirse hacia ingredientes de valor agregado, desarrollando productos a partir de subproductos del limón y nuevos mercados para legumbres especiales. Según fuentes internas, ya existen planes para abrir oficinas logísticas en Valencia y Shanghái en el transcurso de los próximos dos años, consolidando la proyección internacional que hoy distingue a la firma. Lo cierto es que el trayecto de **Grupo Ruiz** marca un antes y un después en la economía rural argentina, ofreciendo un ejemplo palpable de cómo la resiliencia, la innovación tecnológica y una visión integradora pueden posicionar al país como uno de los referentes globales del negocio agroindustrial.